La rodilla del corredor: Síndrome de la cintilla iliotibial
La rodilla del corredor (también conocida como síndrome femororrotuliano) se caracteriza por un dolor en la región anterior de la rodilla, con posibles episodios de fallo de la articulación pero sin sensación de inestabilidad ni luxación.
Los síntomas más comunes son un dolor difícil de concretar en la cara anterior de la rodilla, que puede darse en ambas a la vez y que aumenta al subir y, sobre todo, al bajar escaleras o cuestas. Los corredores suelen notar dicho dolor inicialmente en las bajadas, luego se hace permanente durante toda la carrera, y finalmente aparece hasta sin correr. Es muy característico de la rodilla del corredor el dolor cuando ésta se encuentra flexionada durante un largo tiempo, normalmente al permanecer sentado un periodo prolongado, lo que se conoce como “signo del espectador” o “de la butaca de cine”, así como el dolor al ponerse en cuclillas.
¿Por qué se produce esta lesión? La rodilla del corredor se produce por un incorrecto desplazamiento de la rótula con respecto al fémur y la tibia al flexionar la rodilla, es decir, la rótula no sigue la trayectoria normal por la que debe deslizarse, y entonces roza con las estructuras adyacentes, desgastándose. Este cambio de trayectoria se debe a una desalineación del eje normal de la pierna, provocado por una mala posición de alguna de las tres partes implicadas: fémur, tibia o rótula.
Cuando no hay un buen tono en la musculatura lumbar y abdominal, así como en la cadera, o por la misma anatomía del miembro inferior (como en el caso de las mujeres, con tendencia natural a tener las rodillas en X), el fémur tiende a rotar hacia dentro al correr y deja a la rótula en una relativa posición externa, dando lugar al roce repetido de ésta con el fémur, provocando la lesión.
De igual forma, un desequilibrio entre el vasto interno y el vasto externo del cuádriceps (con debilidad del primero), también puede dar lugar al desplazamiento hacia fuera de la rótula.
A nivel de la tibia la desalineación viene dada por una excesiva pronación del pie durante la marcha. Así, los corredores con tendencia a la pronación presentan mayor riesgo de sufrir este síndrome si no toman las medidas adecuadas.
¿Cómo se trata esta lesión? Como casi siempre, el mejor tratamiento es una buena prevención. Impedir la aparición de los síntomas mediante un entrenamiento específico puede evitar el desarrollo de la lesión, y la consiguiente interrupción de la práctica deportiva.
- Lo primero que se debe hacer es fortalecer la zona abdominal y la cadera (lo que se conoce como core training), para evitar que el fémur tienda a ir hacia adentro al correr. Para fortalecer las abdominales, un buen ejercicio son los isométricos (también conocidos como planchas), tanto frontales como laterales. El reforzamiento de la musculatura de la cadera se hará con ejercicios resistidos (bien con lastres o poleas en el tobillo) de separación de la cadera, tanto con la rodilla flexionada como extendida.
- El segundo paso sería la potenciación específica del cuádriceps, haciendo hincapié en la parte interna del mismo (vasto interno). Al inicio, se realizarán ejercicios en descarga, como la extensión de la rodilla desde la posición de sentado (empezando sólo con los últimos grados de la extensión, y aumentando progresivamente la amplitud del movimiento si no hay dolor). Posteriormente se pasará a ejercicios en carga, como las semisentadillas o el lunge, siempre concentrados en realizar la máxima fuerza con el vasto interno.
- Resultan imprescindibles los ejercicios de técnica de carrera, como el skipping y el contra-skipping, para aumentar la movilidad de la articulación de la cadera y evitar sobrecargar las rodillas.
- Se trabajará también el equilibrio o propiocepción, mediante ejercicios de mantenimiento de la postura, empezando en superficies estables para terminar en inestables (colchoneta, pelota de tenis bajo el talón…). Una progresión adecuada comenzaría con apoyo sobre los dos pies, pasando luego a apoyar sólo en uno; iniciando con los ojos abiertos para cerrarlos posteriormente, etc.
- El entrenamiento terminaría, sin duda, con un buen protocolo de estiramientos, que debe incluir estiramientos para cuádriceps, isquiotibiales, gemelos, psoas y separadores de cadera.
- Para corregir la desalineación de la tibia por la hiperpronación o por un mal apoyo, es imprescindible que el deportista acuda a un podólogo que le evalúe la pisada, tanto en estático como durante la carrera. Así, si fuera necesario, podría proporcionarle unas plantillas que le normalizaran la pisada pudiendo continuar con la carrera sin dolor.
Como conclusión, cabe destacar la importancia de realizar un entrenamiento global para el deportista, que incluya ejercicios de distinto tipo y para todo el cuerpo, y no sólo el entrenamiento específico del deporte en cuestión, ya que como hemos visto, en actividades tan cíclicas como la carrera puede dar lugar a lesiones por sobrecarga o repetición, que sin un buen tratamiento, llegan a apartar al deportista de la actividad durante prolongados periodos de tiempo.